Del alcohol a la infidelidad
La dirección espiritual nos lleva a comprender la voluntad de Dios en nuestra vida. Esta historia es uno de tantos milagros que suceden cuando un alma aprende a escuchar y a obedecer a Dios.
Nos casamos siendo muy jóvenes, yo estaba muy muy enamorada, él tenía muchos detalles conmigo, yo lo admiraba, era muy responsable, comenzó a trabajar desde que era adolescente. El problema era que al salir de trabajar se iba a tomar a la discoteca de moda y como sabía que me molestaba no me lo decía, pero yo me enteraba. Me hacía de la vista gorda; pensaba que cuando nos casáramos todo cambiaría. Y obviamente no fue así, nadie cambia a nadie, solo Dios puede hacerlo. “Dios es fiel.” 1 Cor 10
Cuando nació nuestro primer hijo la situación empeoró, él llegaba casi a la hora en que yo me tenía que levantar para ir a trabajar, no es difícil imaginar cómo lo recibía después de haberme desvelado atendiendo a nuestro hijo. El matrimonio no es solo para disfrutar juntos del tiempo libre, es también para compartir las responsabilidades y eso implicaba aquella pequeña vida que era fruto de nuestro amor. “He querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne a sus pollos bajo las alas.” Mt 23,37
Es evidente que el alcohol conduce a la infidelidad y así sucedió, una y otra vez, además de sentirme sola y cansada ahora me sentía traicionada, y ese tipo de vida no era sana para ninguno de los tres. El alcohol comenzó a separarnos. “Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre.” Mt 19,5
Empecé a poner límites, le dije que si la situación no cambiaba nos separaríamos; y un día me fui. El me buscaba, prometía cambiar, pero nunca pedía perdón. En realidad era a Dios a quien tenía que comenzar por pedir perdón. “Ni los adúlteros, ni los borrachos (…) heredarán en el reino de los Dios.” 1 Cor 6, 10
Detrás del alcohol había un ser humano muy sensible ante el dolor ajeno, siempre dispuesto ayudar, detrás del mío estaba Dios. Quise darle una oportunidad, regresé, pero él no cambió. Me volví a marchar una y otra vez, me dolía saber que mi hijo no tenía estabilidad. “Perdónalos porque no saben lo que hacen.” Lc 23, 34
Yo reconocía mis faltas, me confesaba, no dejaba de ir a misa, le pedía por él, por nuestra familia, incluso había buscado un sacerdote que me hacía dirección espiritual. Dios me llenaba de fortaleza. “La cuerda de tres hilos no es fácil de romper.” Ecl 4, 12
Cuando éramos novios íbamos juntos a misa, pero cuando nos casamos empezó poco a poco a dejar de ir. El vino que él tomaba y del que yo me alimentaba eran muy diferentes. “Tomo una copa y dando las gracias, se las dio diciendo: Bebed de ella todos, porque esta es mi Sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados.” Mt 26, 27-28
Mi director espiritual me decía que no dejara de invitarlo a misa, que simplemente le dijera: “voy a misa ¿vamos?”, si decía que no, que no le insistiera, pero que lo siguiera invitando. Lo que yo hiciera tendría también peso en su alma. “Serán los dos una sola carne.” Mt 19,5
No perdí la fe, un domingo me contestó: “ok, ¿a qué hora?” ¡Yo no lo podía creer! A partir de ese día empezamos a ir en familia, él casi no fallaba. “La fe es la certeza lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” Heb 11,1
Una navidad le pedí le diéramos al Niño Dios el regalo de confesarnos y el de comulgar. El aceptó y además ¡comenzó a visitar al Santísimo! muchas veces y por iniciativa propia. Comenzó a cambiar, tanto que yo comencé a visitarlo también y en una de esas visitas vi que mi piel tenía unas lucecitas, yo no sabía que la Virgen a veces regala escarchas, que son de colores y que tienen un significado. Me sentí tan bendecida, que comencé a regalarle mi tiempo, comencé a llevar a la Virgen a gente que necesita esperanza, les comparto lo grande que es Ella. Él también ha tenido la dicha de escarcharse en algunas ocasiones. Mi familia ha crecido, madurado, tenemos diferencias como cualquier otro Matrimonio, pero hemos aprendido a dialogar, a encontrar soluciones; vivimos en paz, unidos, tomados de la mano de Dios. “Todo es para el bien de los que aman a Dios.” Rom 8, 28
Nota: Imagen tomada de google.
Son muchos los que han recibido alguna vez la gracia de las escarchas, la hermana de una amiga mía también las recibe. Marielena Alfaro.
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